«Cada vez que pierdo un perro, se lleva un pedazo de mi corazón con él. Y cada perro que entra en mi vida me regala un trozo del suyo. Si logro vivir lo suficiente, todas las partes de mi corazón serán de perro y llegaré a ser tan generoso y bueno como lo son ellos».
Nuestras mascotas se hacen mayores siete veces más rápido que nosotros.
Un buen día nos damos cuenta de que ese cachorrete que mordisqueaba las patas de las sillas de la cocina se ha convertido en un dulce abuelito con los achaques propios de la edad. Ellos tienen la inmensa fortuna de que entendemos cuándo ha llegado al final, su camino junto a nosotros. Con todo el cariño, la comprensión y la delicadeza que nos proporciona el profundo amor que sentimos hacia ellos, estaremos junto a vosotros en ese duro momento.